La pepa de la Comisión de la verdad

Derechos Humanos

La pepa de la Comisión de la verdad

Polémica reflexión de José Antequera

 

 

¿Por qué hoy los comandantes sobrevivientes del M-19 pueden participar en política, a pesar de la toma del Palacio de Justicia, mientras que los comandantes de las Fuerzas Militares que ejecutaron la retoma están siendo juzgados? La respuesta de Antonio Navarro Wolf a esta pregunta ha sido que la insurgencia se acogió a una amnistía, mientras que los militares no quisieron. Plazas Vega y sus defensores argumentan que los militares no tenían que acogerse a ninguna amnistía porque no son culpables de nada, y que si alguien quiere saber dónde están los desaparecidos del Palacio de Justicia, que le pregunte al M-19. Una buena postal para pensar los problemas de la comisión de la verdad que se viene.

 

Lo que dicen los defensores de Plazas Vega está descartado, por supuesto, después de una condena en justicia y con debido proceso. Pero la afirmación de Navarro es lo que entra en cuestión ahora. ¿De qué depende que 30 años después siga abierto el proceso por los desaparecidos del Palacio contra los militares responsables? De muchas cosas, pero la más determinante de ellas es la fuerza persistente de los familiares de los desaparecidos. ¿Por qué? Porque los desaparecidos vuelven “cada vez que los trae el pensamiento”, como dice la canción. Porque no hay ninguna fuerza en el mundo capaz de silenciar a quien busca la certeza de lo ocurrido con su hijo, con su madre, con su amor. Hoy, a pesar de las amnistías, los juicios y las condenas, la verdad que más importa a los familiares sigue oculta, y por eso el proceso sigue abierto.

 

La comisión creada en la mesa de negociaciones de la Habana tiene varias previsiones de partida. Su carácter extrajudicial, la voluntariedad u obligatoriedad de las comparecencias, y sobre todo, la regulación archivística que le dará carácter de comisión de la verdad, para que trascienda el foro testimonial o el esclarecimiento, estarán todos en debate en los próximos años. Pero lo que determinará su destino, en primerísimo lugar, no depende del papel, ni de las reglas, sino de lo que haga efectivamente frente al motor que nos ha traído hasta aquí, que es la persistencia de la dignidad, en sus múltiples expresiones. Quienes hemos estado en las conmemoraciones, en las reuniones, gritando afuera de los juzgados, nombrando a las víctimas en los territorios velados, prendiendo velas, imprimiendo fotos, rescatando ropas, escritos, frases, anécdotas, tenemos eso como la primera verdad sabida, y con eso navegamos el tiempo: 30 años en Argentina, 70 en España, todos los que quieran en Colombia, y seguimos jodiendo.

En las reuniones de los clubes y de los cuarteles se están preguntando ahora mismo: ¿Y después de esa comisión qué? ¿Nos van a dejar en paz? ¿Quedará cerrado este capítulo? Frente a los temores ya vienen actuando los que han vendido los archivos del DAS, y los que están afanados con lograr la depuración archivística a instancias de Ley de Inteligencia y contrainteligencia, y los que quieren contratar historiadores y hasta museólogos para definir desde ya el juego y así conjurar la amenaza de la verdad. Pero lo que puede salvar el futuro, que no a los perpetradores  y responsables, es el compromiso pleno, como gran acuerdo nacional,  de manera que al fin se logre desenterrar a los desaparecidos de todos los tipos y decir sus nombres, y vernos a los ojos, y dejar de ser dominados y dominantes por cuenta de las graves violaciones a los derechos humanos (aunque lo sigamos siendo por cuenta del capitalismo). Si se hace bien, no podremos tener el mismo país que tenemos ahora, cuya marca ha sido la hipocresía.

El Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo está diciendo que no hay que temerle a la verdad. La sociedad, los movimientos sociales, las víctimas, le tenemos que temer, y actuar en consecuencia, a la amenaza del cansancio y de la desesperanza, a la disolución de la fuerza de la dignidad que nos ha traído hasta aquí, insisto, a pesar de la oferta persistente de la renuncia por algún dinero urgente.

Como dicen los zapatistas. En la lucha, el fin y el principio son una trampa, si se ven por separado. Nada más cierto cuando se trata de pensar en la dignidad, principio y fin de una comisión de la verdad¿Por qué hoy los comandantes sobrevivientes del M-19 pueden participar en política, a pesar de la toma del Palacio de Justicia, mientras que los comandantes de las Fuerzas Militares que ejecutaron la retoma están siendo juzgados? La respuesta de Antonio Navarro Wolf a esta pregunta ha sido que la insurgencia se acogió a una amnistía, mientras que los militares no quisieron. Plazas Vega y sus defensores argumentan que los militares no tenían que acogerse a ninguna amnistía porque no son culpables de nada, y que si alguien quiere saber dónde están los desaparecidos del Palacio de Justicia, que le pregunte al M-19. Una buena postal para pensar los problemas de la comisión de la verdad que se viene.

Lo que dicen los defensores de Plazas Vega está descartado, por supuesto, después de una condena en justicia y con debido proceso. Pero la afirmación de Navarro es lo que entra en cuestión ahora. ¿De qué depende que 30 años después siga abierto el proceso por los desaparecidos del Palacio contra los militares responsables? De muchas cosas, pero la más determinante de ellas es la fuerza persistente de los familiares de los desaparecidos. ¿Por qué? Porque los desaparecidos vuelven “cada vez que los trae el pensamiento”, como dice la canción. Porque no hay ninguna fuerza en el mundo capaz de silenciar a quien busca la certeza de lo ocurrido con su hijo, con su madre, con su amor. Hoy, a pesar de las amnistías, los juicios y las condenas, la verdad que más importa a los familiares sigue oculta, y por eso el proceso sigue abierto.

La comisión creada en la mesa de negociaciones de la Habana tiene varias previsiones de partida. Su carácter extrajudicial, la voluntariedad u obligatoriedad de las comparecencias, y sobre todo, la regulación archivística que le dará carácter de comisión de la verdad, para que trascienda el foro testimonial o el esclarecimiento, estarán todos en debate en los próximos años. Pero lo que determinará su destino, en primerísimo lugar, no depende del papel, ni de las reglas, sino de lo que haga efectivamente frente al motor que nos ha traído hasta aquí, que es la persistencia de la dignidad, en sus múltiples expresiones. Quienes hemos estado en las conmemoraciones, en las reuniones, gritando afuera de los juzgados, nombrando a las víctimas en los territorios velados, prendiendo velas, imprimiendo fotos, rescatando ropas, escritos, frases, anécdotas, tenemos eso como la primera verdad sabida, y con eso navegamos el tiempo: 30 años en Argentina, 70 en España, todos los que quieran en Colombia, y seguimos jodiendo.

En las reuniones de los clubes y de los cuarteles se están preguntando ahora mismo: ¿Y después de esa comisión qué? ¿Nos van a dejar en paz? ¿Quedará cerrado este capítulo? Frente a los temores ya vienen actuando los que han vendido los archivos del DAS, y los que están afanados con lograr la depuración archivística a instancias de Ley de Inteligencia y contrainteligencia, y los que quieren contratar historiadores y hasta museólogos para definir desde ya el juego y así conjurar la amenaza de la verdad. Pero lo que puede salvar el futuro, que no a los perpetradores  y responsables, es el compromiso pleno, como gran acuerdo nacional,  de manera que al fin se logre desenterrar a los desaparecidos de todos los tipos y decir sus nombres, y vernos a los ojos, y dejar de ser dominados y dominantes por cuenta de las graves violaciones a los derechos humanos (aunque lo sigamos siendo por cuenta del capitalismo). Si se hace bien, no podremos tener el mismo país que tenemos ahora, cuya marca ha sido la hipocresía.

El Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo está diciendo que no hay que temerle a la verdad. La sociedad, los movimientos sociales, las víctimas, le tenemos que temer, y actuar en consecuencia, a la amenaza del cansancio y de la desesperanza, a la disolución de la fuerza de la dignidad que nos ha traído hasta aquí, insisto, a pesar de la oferta persistente de la renuncia por algún dinero urgente.

Como dicen los zapatistas. En la lucha, el fin y el principio son una trampa, si se ven por separado. Nada más cierto cuando se trata de pensar en la dignidad, principio y fin de una comisión de la verdad